Bosque de Peloño
El bosque
Además de la climatología, el bosque está muy condicionado por el tipo de suelo que lo genera. La variedad litológica de Ponga, con calizas, cuarcitas, pizarras y areniscas, unida a la diversidad de orientaciones y altitud, configuró una forestación rica y antigua, constituida por acebos, tejos, robles y abedules, entre otras especies. Sobre ellas se extendió posteriormente el haya, procedente del centro de Europa, que encontró en la caliza de Los Picos de Europa y sus inmediaciones el sustrato calcáreo idóneo para prosperar. Así, el Monte de Peloño, como el de La Salguerosa o Ventaniella, acabaron convirtiéndose fundamentalmente en hayedos, con muestras notables en su interior, como el Roblón de Los Bustiellos o el acebal de Les Llampes, de otras formaciones boscosas.
Verde Viances
En el concejo de Ponga hay una campera franca y airosa, Viances, en el camino de Grancenu al Sen de Los Mulos, cuajado este sábado que pasó de setas y caminantes. La belleza decadente del otoño repuebla cada estación los montes de Ponga.
En medio de la llomba Viances hay unos jitos que separan tierras de cada quién, o montes, no se, porque la geografía humana es tan caprichosa como la natural, y especialmente aquí, cuando ves cómo corre la linde de la región por la cantabria que le apetece: hay tantas cumbres y tantos beyos a la redonda que no se entiende el sen que siguió la tierra en sus quebraduras, ni por qué las provincias dieron en terminarse así, entre El Jucantu y La Fonfría por ejemplo.
En medio de la campera y sentada sobre el muñón, una mujer menuda de rubio entrecano escribía cosas en una libreta. Vengo a verdes, me dijo, como ese pintor de Gijón que repetía estancias en Ponga, invitado posiblemente por su concreta gente y por su luz. Por lo que dicen sus cuadros, a Nicanor Piñole le interesaba más la realidad que la costumbre, y por eso su pintura es fresca y trasciende el folclore, que aparece siempre después de que las cosas hayan muerto.
El verde viances de la media tarde, contra el acebal oscuro y brillón de Los Bustiellos estaba vivo y era únicamente de allí, donde había ido a buscarlo la pintora. Porque desde el siglo XIV y Ockham se sabe bien que la realidad sólo se compone de singulares.